Doy por hecho que hay cientos de rellenos diferentes para este plato. Casi tantos como personas que lo elaboren. A muchos nos gusta innovar, o simplemente hacer cambios en las recetas base de platos absolutamente consagrados y este lo es sin duda alguna.
Yo, personalmente, soy una enamorada de la cocina italiana, aunque como no, tengo mis preferencias. La pasta y los quesos son mis preferidos, aunque no le hago ascos a más de uno de sus embutidos, claro que no puedo olvidarme de alguno de sus postres ¡ay!... esos cantuccini, el tiramisú, la pannacota, y…, en fin, que voy a contar que no se sepa.
Mi primera lasaña la preparé con una receta que me dio un antiguo jefe, Mario Picciolato, evidentemente no tengo que aclarar su origen. Preparaba los mejores tagliateli al gongonzola que he comido en mi vida, y por suerte para mí los disfruté varias veces.
La receta de la lasaña es fantástica, aunque nunca he sido capaz de poner en su preparación uno de los ingredientes originales escrito en la receta, “crestas de gallo”. Lo siento, no fui capaz, confieso que me daba cierto repelús y por supuesto, no me parece imprescindible para un buen resultado final.
Esta de hoy tan solo forma parte de esa amplia familia de las lasañas. Los ingredientes no son muy típicos en mi frigorífico, se han juntado dos casualidades. Mi pescadero me guardó tres filetes de atún rojo impresionante (quedaban solo dos) y de Alzira me traje boletus que me dio Tere. Como eran unos cuantos y no quería que se estropearan los preparé para que aguantaran en el congelador. Aunque también he tenido que añadir un tercer componente que no estaba previsto. Había más pasta que relleno, y no era cuestión de tirarla, así que busqué algo para añadir que no quitara ni pusiera demasiado sabor al relleno ya preparado. Manzana.
Los ingredientes, en este caso:
- 16 placas de lasaña
- Cebolleta
- 1 chalota
- Puerro, la parte blanca
- Zanahoria
- Atún rojo fresco
- Setas (2 boletus)
- 1 manzana
- Nata líquida
- Mantequilla
- ½ cuchara de harina
- Leche
- Tomate frito
- Queso rallado.
Cebolleta, puerro, chalota y zanahoria. Todo esto muy picadito lo pongo a pochar con un chorrito de aceite de oliva. Cuando está bien pochado escurro la mayoría del aceite.
Añado el atún cortado en taquitos pequeños y también los boletus picaditos. Por supuesto esto lo hago fuera del fuego. Con el tiempo que pasará en el horno tiene suficiente.
Es en este momento cuando descubro que tengo el relleno algo justo, pero una manzana reineta me va a hacer un favor estupendo.
Pelada y troceada en cuadritos la pongo en una sartén con un trozo de mantequilla y dejo que se haga a fuego muy lento, no demasiado, no quiero que se deshaga.
Le pongo la harina, rehogo un poco y añado la leche, suficiente para hacer una bechamel clarita. Al terminar esta cocción paso el resultado por un colador, de forma que la manzana será parte del relleno, sin mezclarla con el resto. La bechamel restante me sirve para cubrir la lasaña.
Empiezo el montaje del plato con las placas de pasta que ya tengo preparadas. Primero embadurno bien el molde con mantequilla y cubro el fondo con una capa de pasta, encima una parte del relleno preparado y por encima una tercera parte de la manzana con su poco de bechamel adherido.
Así dos veces más, en total tres pisos de relleno y cuatro de pasta. Cubro con la bechamel reservada, un poco de tomate frito y una capa de queso rallado, hoy parmesano reggiano. Al horno a 180º unos 20 minutos.
El resultado ha sido, aunque este feo que yo lo diga, espléndido, de una suavidad increíble. Como la bechamel no era excesiva y por dentro llevaba tan solo la que acompañaba a la manzana, y esta a su vez le había prestado parte de su sabor, resultaba tan cremoso que menos mal que la tengo bien apuntada o sería incapaz de repetirla.
Yo, personalmente, soy una enamorada de la cocina italiana, aunque como no, tengo mis preferencias. La pasta y los quesos son mis preferidos, aunque no le hago ascos a más de uno de sus embutidos, claro que no puedo olvidarme de alguno de sus postres ¡ay!... esos cantuccini, el tiramisú, la pannacota, y…, en fin, que voy a contar que no se sepa.
Mi primera lasaña la preparé con una receta que me dio un antiguo jefe, Mario Picciolato, evidentemente no tengo que aclarar su origen. Preparaba los mejores tagliateli al gongonzola que he comido en mi vida, y por suerte para mí los disfruté varias veces.
La receta de la lasaña es fantástica, aunque nunca he sido capaz de poner en su preparación uno de los ingredientes originales escrito en la receta, “crestas de gallo”. Lo siento, no fui capaz, confieso que me daba cierto repelús y por supuesto, no me parece imprescindible para un buen resultado final.
Esta de hoy tan solo forma parte de esa amplia familia de las lasañas. Los ingredientes no son muy típicos en mi frigorífico, se han juntado dos casualidades. Mi pescadero me guardó tres filetes de atún rojo impresionante (quedaban solo dos) y de Alzira me traje boletus que me dio Tere. Como eran unos cuantos y no quería que se estropearan los preparé para que aguantaran en el congelador. Aunque también he tenido que añadir un tercer componente que no estaba previsto. Había más pasta que relleno, y no era cuestión de tirarla, así que busqué algo para añadir que no quitara ni pusiera demasiado sabor al relleno ya preparado. Manzana.
Los ingredientes, en este caso:
- 16 placas de lasaña
- Cebolleta
- 1 chalota
- Puerro, la parte blanca
- Zanahoria
- Atún rojo fresco
- Setas (2 boletus)
- 1 manzana
- Nata líquida
- Mantequilla
- ½ cuchara de harina
- Leche
- Tomate frito
- Queso rallado.
Cebolleta, puerro, chalota y zanahoria. Todo esto muy picadito lo pongo a pochar con un chorrito de aceite de oliva. Cuando está bien pochado escurro la mayoría del aceite.
Añado el atún cortado en taquitos pequeños y también los boletus picaditos. Por supuesto esto lo hago fuera del fuego. Con el tiempo que pasará en el horno tiene suficiente.
Es en este momento cuando descubro que tengo el relleno algo justo, pero una manzana reineta me va a hacer un favor estupendo.
Pelada y troceada en cuadritos la pongo en una sartén con un trozo de mantequilla y dejo que se haga a fuego muy lento, no demasiado, no quiero que se deshaga.
Le pongo la harina, rehogo un poco y añado la leche, suficiente para hacer una bechamel clarita. Al terminar esta cocción paso el resultado por un colador, de forma que la manzana será parte del relleno, sin mezclarla con el resto. La bechamel restante me sirve para cubrir la lasaña.
Empiezo el montaje del plato con las placas de pasta que ya tengo preparadas. Primero embadurno bien el molde con mantequilla y cubro el fondo con una capa de pasta, encima una parte del relleno preparado y por encima una tercera parte de la manzana con su poco de bechamel adherido.
Así dos veces más, en total tres pisos de relleno y cuatro de pasta. Cubro con la bechamel reservada, un poco de tomate frito y una capa de queso rallado, hoy parmesano reggiano. Al horno a 180º unos 20 minutos.
El resultado ha sido, aunque este feo que yo lo diga, espléndido, de una suavidad increíble. Como la bechamel no era excesiva y por dentro llevaba tan solo la que acompañaba a la manzana, y esta a su vez le había prestado parte de su sabor, resultaba tan cremoso que menos mal que la tengo bien apuntada o sería incapaz de repetirla.