Arroz con leche, una de mis pasiones en la dulcería, que mi madre bordaba y aunque era un postre de diario ella lo hacía siempre de domingo.
Cuando me quedaba sola en casa, siempre me encerrada en la cocina (era una cuestión de miedos), además ponía detrás de la puerta la tabla de la plancha, la mesa y todo lo que estuviera a mano. Bien, el caso es que como siempre se quedaba la cocina de carbón encendida, me procuraba un recipiente pequeño con algo de agua y leche dónde ponía a cocer un puñadito de arroz con azúcar y unos polvillos -que a mi me parecían mágicos- porque le daba un sabor diferente, hoy estoy segura que era vainilla en polvo.
El caso es que siempre me lo comía duro como un pedernal, tenía que evitar que me pillaran haciendo una de las mias en la cocina.
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